
Realmente a los 140 años de edad que se estima para este remanente habría que sumar el tiempo que tarda la luz en recorrer la distancia desde el lugar donde tuvo lugar la explosión hasta la Tierra, unos 25 000 años-luz. Por tanto, G1.9+0.3 es el remanente de supernova más joven de nuestra galaxia, batiendo claramente el récord de Cassiopeia A, con 330 años. La veloz expansión y escasa edad de G1.9+0.3 fue confirmada recientemente por una nueva imagen del VLA tomada a principios del 2008.
La explosión no pudo ser observada desde la Tierra en luz óptica hace 140 años porque el lugar donde ocurrió se encuentra cerca del centro galáctico y embebido en un campo plagado de polvo y gas. Así el brillo de la explosión se mostró un billón de veces más débil que si no hubiese estado oscurecida. Sin embargo, los rayos X y ondas de radio atraviesan fácilmente estos territorios tan opacos.

Los remanentes de supernova proceden del choque entre los escombros lanzados hacia el exterior por la explosión y el material circundante, lo que genera una concha de gas caliente y partículas de alta energía que brillan intensamente en rayos X, radio y demás longitudes de onda durante miles de años. En el caso de G1.9+0.3 el material se difunde hacia el exterior a unos 50 millones de km por hora, lo que equivale a un 5% de la velocidad de la luz, una velocidad de expansión sin precedentes para un remanente de supernova. Otro dato superlativo en referencia a este inusitado objeto ya sólo por su escasa edad, es que ha generado los electrones más energéticos jamás detectados en un remanente de supernova.
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